Brindis por los que nunca se van y por el que se niega a arrodillarse
Columna por Luis Sandin
Es la época exacta en que La RENATA, - Reserva Nacional de Talentos - que nunca tuvo acta constitutiva ni domicilio fiscal, celebra su asamblea más sincera: la de mantel largo, de copa en mano, de abrazo que aprieta el cuello. Ahí, entre el jamón glaseado y los villancicos de fondo, se reparte lo que realmente importa: el poder del sexenio que viene, el presupuesto que aún no se aprueba y una de las plazas más pujantes en lo económico y lo político de todo el país: Baja California.
Los socios fundadores no necesitan credencial. Basta con haber sobrevivido tres, cuatro, cinco administraciones sin haber resuelto jamás un bache. Tienen currículum de oro, no porque sean lumbreras intelectuales, sino por ser hijos de ex gobernadores, primos de senadores, yernos de ex secretarios que hoy fingen ser empresarios. Llevan veinte, treinta años enquistados en la nómina pública no porque sepan gobernar, sino porque saben esperar. Son maestros en el arte de convertir la lealtad en moneda de curso legal y la capacidad en un defecto corregible. Cuando alguien amenaza con llegar sin deber favores, la RENATA no discute: actúa.
En esta temporada navideña le va a tocar a Ismael Burgueño, alcalde de Tijuana, ser el tema central en la sobremesa, por convertirse en el convidado de piedra que nadie invitó. Un hombre que se puso a trabajar para millones de tijuanenses y de pronto descubrió que eso es herejía y se lo hicieron saber con la denuncia anónima con olor a azufre que, no buscaba cárcel; buscaba descrédito. No buscaba sentencia; buscaba una disculpa pública y un arrodillamiento discreto; un “ya entendí, déjenme repartir también”. Porque la RENATA no tolera intrusos que lleguen limpios, ensucian el negocio.
Lo curioso es que Burgueño no se ensucia.
Mientras le fabrican expedientes él abre nuevas rutas de recolección de basura, consultorios médicos y senderos seguros. Mientras le inventan socios presuntamente delincuentes, él pone socios de verdad: las y los vecinos que por primera vez en décadas ven servicios de calidad.
Cada política pública es una bofetada a la RENATA. Eso es lo que más les duele: que alguien demuestre, con hechos y no con discursos, que se puede gobernar sin pedir permiso a los dueños del pastel y eso sí es peligrosísimo, porque desmiente su mantra sagrado: “Nosotros lo podemos hacer mejor”. Por eso el ataque es tan desesperado. Porque si un alcalde en Tijuana demuestra que sí se puede sin ellos, mañana otro en Monterrey, pasado en Veracruz, y de pronto todo el andamiaje de “es que así es México” se viene abajo.
Este diciembre, efectivamente, huele a lucha debajo del ponche. Y mientras la RENATA brinde en sus mesas de mantel largo, hay un alcalde en Tijuana que está brindando con los vecinos, porque por primera vez tienen servicios públicos, gratuitos y de calidad en Navidad.
Como profesor me siento muy orgulloso de que nuestra alcaldía sea gobernada por otro profesor. El gobierno de un docente está cumpliendo con todas las expectativas para el reencuentro de millones de tijuanenses. Necesitamos que tenga éxito. Ojalá esta Navidad todas y todos los que juegan o se creen políticos profesionales, esos de la RENATA, entiendan que serlo, de verdad, no es gritar y pelear en redes sociales; es estudiar, razonar, discutir, argumentar, encontrar soluciones y si se puede, tener algo de razón. Sé que no lo van a entender, es más ni siquiera les va a importar, porque solo piensan en sus intereses. Pero, ese será mi deseo para 2026: que entiendan que la buena política es más necesaria que nunca.