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El odio no gana medallas

El desarrollo de los Juegos Olímpicos desata conversaciones cada vez más alejadas de las disciplinas atléticas

Por Rodrigo Soto | Publicado el domingo, 4 de agosto de 2024

ESTUDIO
La realización de los Juegos Olímpicos tiene un matiz distinto en la sociedad hiperconectada en la que vivimos. Lo que hace un siglo se trajo de vuelta como una declaración de paz y cooperación entre los pueblos, hoy es uno de los escenarios que más debate generan entre las naciones participantes. Los atletas olímpicos ya no simplemente prueban sus capacidades físicas hasta el límite, sino que exponen al mundo su naturaleza y diversidad, con todo lo que ello trae consigo.

Los Juegos Olímpicos de París 2024 se han convertido en los más grandes de la historia. La Villa Olímpica alberga a 206 delegaciones internacionales y civiles. Son 204 países los que participan, aunado al Equipo Olímpico de Refugiados y el Comité de Atletas Neutrales Independientes. Estamos hablando de un aproximado de 10.500 atletas de todo el mundo, que participan en 45 disciplinas deportivas. Es decir, se trata de las olimpiadas con mayor diversidad que se han visto. En París 2024 están participando atletas con todo tipo de cualidades físicas, psicológicas, sociales, culturales, religiosas, entre otras. Aunque para los atletas el objetivo es claro, el público parece inclinarse a iniciar conversaciones sobre cualquier tema, excepto el deportivo.

Desde su inauguración, París 2024 empujó los límites en lo artístico. La ceremonia de inauguración presentó lo que muchos interpretaron como una referencia a “La última cena”, una obra que ha sido tomada como estandarte para la comunidad cristiana a nivel mundial. Debido a que la alusión fue representada por artistas Drag y modelos de talla grande, un sector de la audiencia consideró ofensivo el fragmento televisivo. El disgusto ha llevado a que Thomas Jolly, director de arte de la inauguración, reciba amenazas de muerte. El pasado martes, Jolly realizó una denuncia ante la fiscalía de París por amenazas de muerte, insultos públicos y difamación.

Los atletas han sido cuestionados hasta por las naciones que deciden representar. Gabriela Bayardo, nacida en Tijuana, compite en Tiro con Arco para la Delegación de Países Bajos. En 2017, Gabriela decidió comenzar a representar al país del que es originario su esposo y al cual se mudó, Países Bajos. En redes sociales ha sido tachada de traidora. Las críticas a su persona incrementaron cuando se enfrentó con el equipo mexicano en la final, quienes le arrebataron la posibilidad de obtener la medalla de bronce.

Otros atletas mexicanos han sido blanco de críticas debido a sus características. Alexa Moreno, una de nuestras mayores representantes de gimnasia artística a nivel internacional, seguido se enfrenta a cuestionamientos hacia su desempeño debido a su complexión física. Quienes critican el físico de una competidora de ese calibre no conciben la idea de la diversidad de cuerpos, ni mucho menos dimensionan el demandante nivel al que se exigen las atletas como Alexa para llegar a siquiera formar parte de competencia internacionales, ya no digamos obtener la cantidad de galardones de los que la oriunda de Mexicali presume.

Muchas personas ven las competencias olímpicas y no entienden lo que no entienden. Mentalidades obtusas cuestionan hasta los orígenes e ideologías de los atletas, como si no estuvieran atravesando las complicadas pruebas para las que se preparan durante cuatro años. Otro ejemplo es la judoca Prisca Awiti, quien sorprendió al mundo al llegar a la final en su disciplina y rompió con todos los esquemas de lo que, para muchos, debe ser un mexicano. Prisca, de 28 años, nació en Londres, pero es hija de madre mexicana y encontró en México un país en el cual sentirse acogida. Pese a su histórica victoria, ha sido criticada por su origen, color de piel y apariencia física. Prisca hizo enojar a los nacionalistas, racistas y machistas, quienes no entendieron cómo una mujer negra, mexicana y fuera de los supuestos cánones de belleza femenina, pudiera triunfar.

Quien puso al mundo de cabeza fue Imane Khelif. La boxeadora de Argelia recibió todo tipo de mensajes de odio por una condición biológica, que dicho sea de paso, no fue considerada por la Unidad de Boxeo de París como una ventaja. Pero cuando su rival italiana, Angela Carini, desistió de su combate, las críticas se las llevó la peleadora que resultó más apta en la disciplina. La supuesta ventaja de Khelif fue vista como una injusticia, señalamientos que no han recibido a lo largo de la historia otros atletas que se imponen categóricamente a sus contrincantes.

Los Juegos Olímpicos son una celebración de la diversidad que existe en el mundo, pero se han vuelto un dolor de cabeza para quienes no aceptan realidades más allá de sus herméticos entornos. El odio no gana medallas en estas competiciones, ni siquiera con las volteretas que ciertos sectores de la población realizan para justificar sus discursos en contra de lo que consideran diferente, de lo que no entienden.

Rodrigo Soto
Comunicador y Analista deportivo
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