Rodrigo Paz asume la presidencia de Bolivia y marca el fin de dos décadas de hegemonía
poniendo fin a casi veinte años de hegemonía del Movimiento al Socialismo (MAS) y marcando el inicio de una etapa de centro político en el país andino.
La Paz, Bolivia.– Con un mensaje de apertura al mundo y promesas de renovación económica, Rodrigo Paz Pereira asumió este sábado la presidencia de Bolivia, poniendo fin a casi veinte años de hegemonía del Movimiento al Socialismo (MAS) y marcando el inicio de una etapa de centro político en el país andino.
En una ceremonia cargada de simbolismo y bajo una intensa lluvia en la plaza Murillo, Paz —de 58 años e hijo del expresidente Jaime Paz Zamora (1989-1993)— juró el cargo junto a su vicepresidente, Edman Lara, un exoficial de policía que representa el ala ciudadana de su fórmula. El acto reunió a mandatarios y delegaciones de más de 50 países, entre ellos los presidentes de Argentina, Javier Milei; Chile, Gabriel Boric; Uruguay, Yamandú Orsi; y el subsecretario de Estado de Estados Unidos, Christopher Landau.
El evento fue interpretado como el cierre de un ciclo político y el comienzo de otro: uno orientado a recomponer relaciones internacionales y reconstruir la confianza económica. Paz llega al poder tras imponerse en la segunda vuelta del 19 de octubre con casi el 55% de los votos, en un contexto de inflación alta, escasez de divisas y crisis energética.
“Bolivia debe volver a mirar al futuro con dignidad, pero también con realismo”, declaró el nuevo mandatario durante su discurso de investidura. “Ni dogmas ni caudillos: la democracia del siglo XXI será de consensos”.
El nuevo gobierno hereda un panorama económico complejo: subsidios que representan más del 7% del PIB, reservas internacionales en su punto más bajo en una década y una inflación interanual cercana al 19%. Ante ello, Paz ha prometido una estrategia de “capitalismo para todos”, basada en la formalización de la economía, la reducción de subsidios a los combustibles y la creación de incentivos fiscales para pequeños empresarios y trabajadores autónomos.
Economistas advierten que su plan requerirá amplias negociaciones en el Congreso, donde su partido, el Demócrata Cristiano (PDC), no cuenta con mayoría. Sin embargo, el propio Paz ha reiterado que no buscará “recortes ciegos”, sino una transición “gradual y responsable” hacia un modelo más sostenible.
La composición del público asistente reflejó el viraje diplomático que el nuevo gobierno pretende consolidar. Entre los invitados destacaron líderes que durante años se mantuvieron distantes del país debido a la política exterior del MAS.
En especial, la presencia del presidente chileno, Gabriel Boric, fue leída como un gesto histórico. Bolivia y Chile no tienen relaciones diplomáticas plenas desde 1978, y la demanda marítima boliviana ante la Corte Internacional de Justicia había tensado aún más los vínculos.
También asistió Javier Milei, con quien Paz busca relanzar los lazos económicos bilaterales. En contraste, no fueron invitados los gobiernos de Cuba, Nicaragua y Venezuela, antiguos aliados de Evo Morales y Luis Arce. “Nuestra amistad será con quienes compartan la democracia como valor, no como discurso”, sostuvo Paz días antes de asumir.
Nacido en Santiago de Compostela durante el exilio de su familia, Paz se formó en Estados Unidos y se ha descrito como un político “hijo de dos Bolivias: la que sufrió y la que resiste”. Su carrera ha transitado por distintas corrientes ideológicas hasta converger en una propuesta de centro reformista.
Su ascenso simboliza no solo un cambio de gobierno, sino también un relevo generacional en la política boliviana. Con una oposición fragmentada y una ciudadanía expectante, su administración será puesta a prueba desde los primeros meses, cuando deba decidir el ritmo y alcance de los ajustes económicos.
“Las ideologías no dan de comer”, dijo Paz durante la campaña. “Lo que necesitamos es que Bolivia vuelva a producir y a confiar”.
La frase, que resume su apuesta pragmática, también marca el tono con el que el país inicia una nueva etapa política y diplomática tras dos décadas de polarización.