Si los diputados no leen las iniciativas de ley, menos la carta de la Presidenta...
Si los diputados no leen las iniciativas de ley, menos la carta de la Presidenta advirtiendo austeridad de la
Cuarta Transformación
Mientras en la Cámara de Diputados el debate sobre la Ley de Telecomunicaciones se anticipaba como un día clave para la agenda legislativa del oficialismo, en otro rincón de la capital el protagonismo se desplazaba, no al Congreso, sino al fastuoso salón Caroline’s del hotel St. Regis de Reforma. No fue un cambio de escenario casual. El festejo de Pedro Haces Barba, coordinador de operación política de Morena y líder sindical, se convirtió en el nuevo epicentro político, con un desfile de legisladores de todas las bancadas que contradijo cualquier noción de austeridad.
Lo que debía ser una jornada de trabajo en defensa de las reformas prioritarias de la Cuarta Transformación, terminó convertido en un espectáculo de luces, bocadillos gourmet y vino de rancho —literal—. No se usaron recursos públicos, insistieron algunos asistentes. Pero, ¿y el decálogo de austeridad que la presidenta Claudia Sheinbaum pidió cumplir desde el inicio de su mandato? Ahí quedó, eclipsado entre mesas con selectos quesos y la promesa de una noche “privada”, como insistió el propio Ricardo Monreal, coordinador de Morena, cuando fue cuestionado por su presencia o no en la celebración.
Y es que el evento, pensado originalmente como una simple reunión por el cumpleaños número 60 de Haces Barba, derivó en una postal de los contrastes que persisten en el movimiento. En una esquina de San Lázaro, el PRI cargaba simbólicamente un ataúd con el logo de Morena. En otra, diputados de ese mismo PRI se cruzaban de copas con sus “rivales” de Morena, el Partido del Trabajo y el Verde, brindando por la vida, los acuerdos… y quizá algo más.
No es casual que la sesión para votar la Ley Telecom se haya reprogramado. Fuentes legislativas aseguran que la petición vino directamente de Haces, quien prefirió adelantar el debate para no empalmarlo con su celebración. La fiesta tenía prioridad. Y en el fondo, nadie lo discutió.
La presencia de casi un centenar de legisladores revela más que entusiasmo. Muestra el pulso real de las tensiones internas en Morena y sus alianzas. Con Ricardo Monreal por un lado y Alfonso Ramírez Cuéllar por el otro, la pugna por el control de la bancada sigue viva. La asistencia de Gabriela Jiménez, vicecoordinadora de Morena —quien días antes estuvo enfrentada públicamente con Haces— fue vista como un gesto de “borrón y cuenta nueva”, aunque no sin cierto tono forzado.
Afuera, los medios documentaban la llegada de Suburbans, Jeeps y Mercedes-Benz. Adentro, se apuraban los brindis. La noche avanzaba entre música de los años 80, whisky de 15 años, saludos políticos disfrazados de abrazos de cumpleaños y discretos gestos de reconciliación.
¿Y la austeridad republicana?
Morena ha sido, desde su fundación, el partido de la gente, de las causas sociales, del combate a los privilegios y la corrupción. La presidenta Sheinbaum ha reiterado —una y otra vez— la importancia de la congruencia entre lo que se dice y lo que se hace. Sin embargo, esta fiesta se sintió más cercana a los excesos del viejo régimen que al espíritu del nuevo gobierno. Deja una advertencia: el reto no está solamente en vencer a los adversarios políticos, sino en contener las tentaciones internas que desdibujan el rumbo.
Curiosamente, lo más llamativo no fue la presencia morenista, sino la facilidad con la que el PRI y otros partidos supuestamente opositores se sumaron a la celebración. Priístas que horas antes arremetían en tribuna contra el oficialismo, compartieron mesa, copa y brindis con aquellos a quienes acusan de “autoritarios” y “populistas”.
¿Dónde quedó la oposición firme? ¿En qué momento los ataques se transformaron en fotos y carcajadas? La respuesta no está en las cámaras del Congreso, sino en las del salón Caroline’s del Hotel St. Regis, en Reforma.